Viaje literario por el Parque

Tan importante como escribir puede ser no escribir
(Antonio Muñoz Molina a propósito de José Gutiérrez)

El poeta granadino José Gutiérrez (Nigüelas, Granada, 1955) se esfuma del panorama literario dejando un rastro de poemarios por donde, cual los ríos de Granada, Darro y Genil, sólo reman los suspiros.

Es autor de varios libros publicados durante los primeros años de la democracia recién estrenada: Ofrenda en la memoria (1976), Espejo y laberinto (1978), El cerco de la luz (1978), La armadura de sal (1980), El don de la derrota (1981), La vida vieja (1986). Después ha espaciado la publicación de su obra: De la renuncia (1989, 2010), Poemas 1976-1996 (1996) y La tempestad serena (2006). (Algunos poemas traducidos al griego, al italiano y al francés). Ha codirigido las colecciones “Silene” y “Ánade” de poesía, escrito estudios sobre Elena Martín Vivaldi y director de la revista cultural “El Fingidor”, editada por la Universidad de Granada, institución en la que trabaja, desde 1976, ocupado en tareas editoriales, culturales y periodísticas. Es miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada.

Su obra se incluye dentro de la corriente esteticista atemperada, definida por su sensualidad y motivos como la juventud, el cuerpo, el verano, el Sur, el mar, la noche y el erotismo.
Volvemos al comentario del académico Muñoz Molina: “Los poemas que ha recogido José Gutiérrez en Islas de claridad (Renacimiento, Sevilla, 2015), una muestra de casi cuarenta años de dedicación a la escritura, constituyen, más que una antología, el itinerario de una educación. Es una educación que me resulta muy familiar porque ha sido paralela a la mía, y porque en muchos casos las dos se han entrecruzado. Con la perspectiva del tiempo, ahora se ve que José Gutiérrez ha sido un poeta de copiosos arrebatos y de largos silencios… De repente, en los últimos tiempos, José Gutiérrez ha elegido, o ha descubierto más bien, con visible regocijo, la regularidad métrica, la rima consonante, las estrofas muy ceñidas, las formas más exigentes y cerradas, el soneto, la sextina, la décima”.

Una buena muestra la encontramos en el siguiente poema dedicado e inspirado en el Cabo de Gata.

Espejismo en el Cabo de Gata
(acróstico)

Cala oculta, vergel desde la duna.
Arrecifes que llaman al viajero,
breve espejo de sal en la laguna,
oficio de la arena tan austero.

Desierto brilla el faro en la tormenta
entre las sombras de su edad sedienta.

Ganarás esa luz cuando el sendero
apague de tus años la fortuna.
Todo retornará, como el velero
ancla en la tempestad y el mar lo acuna.

(Se publica en Pérez Siquier. Al fin y al cabo. Fotografía y poesía, Almería, 2009)

Foto: Velero cerca del Faro de Cabo de Gata © Oscar Molina

Una décima (10 versos) iluminada por el faro, un díptico (pareado), que se sitúa en el centro del poema. El cuarteto (serventesio) inicial encuadra el paisaje: cala, arrecife, sal y arena. El cuarteto final representa la promesa de una vuelta a esta geografía, un retorno como el velero, que nos invita al reposo «y el mar lo acuna».
Tan sencillo como un lugar refugio donde el viajero ancla su vida a la espera de que el mar acompase su ritmo «cuando el sendero apague de tus años la fortuna».

Lo más llamativo del poema es la perfección formal, ya señalada por Muñoz Molina, que se observa no sólo en los endecasílabos con rima consonante, sino en ese guiño cómplice del subtítulo: acróstico.

Son poemas cuya letra inicial del verso permite leer en vertical un mensaje oculto, como la cala o calas del parque natural, en este caso «CAbo De GaTa», el motivo que inspira la escritura del poema.

Todo expresado desde los sentidos convocados: vista, olfato, gusto al servicio de la memoria y la nostalgia. El léxico escogido forma parte de las cualidades del autor señaladas por la crítica. En este caso se observa en los adjetivos definitivos y esenciales (oculta, austero, desierto, sedienta) para dotar de sensismo el espacio y su recuerdo.
Una geografía para disfrute del turismo, viajero, que volverá para sumergirse en un paraje natural, afortunadamente protegido, donde sentir que el tiempo no existe, salvo ese futuro «ganarás la luz» (título de un poemario de León Felipe dirigido a los republicanos exiliados; futuro también renacentista en Garcilaso y futuro romántico en Bécquer) aplicado a los visitantes nostálgicos del parque natural, que volverán para recrearse en un espacio de paso, de encuentro y partida. Un lugar otro.

Miguel Galindo
Colaborador del equipo de redacción del Eco del Parque

Foto: Playa de Mónsul © OM

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