La olivarda
En nuestras idas y venidas diarias, nos cruzamos con plantas que, por comunes o por crecer en sitios poco agraciados, ignoramos sin mostrar interés alguno por ellas. De repente, un día, reparas con algo más de atención, indagas y descubres sus fascinantes facetas y propiedades. Y entonces ya nunca las ves del mismo modo.
Esto puede ocurrirnos con la olivarda, que es uno de los distintos nombres comunes con los que se conoce a Dittrichia viscosa. Crece esta mata de la familia de las compuestas sin ninguna exigencia, en terrenos removidos y alterados, cunetas y sitios que ofrecen bien poco, pasando desapercibida, pues en ocasiones se comporta como semicaducifolia, perdiendo hojas y algo de la parte aérea durante el invierno. Terminando la primavera y comenzando el verano vuelve a cubrirse de hojas, aportando un inusual verdor cuando el paisaje se inunda de tonos pardos. En este momento la olivarda se alza sorprendiendo con su explosiva floración, una multitud de pequeñas flores que cubren la planta tiñendo de amarillo intenso aquellos rincones y solares olvidados. Esta floración tan tardía supone un sensacional beneficio para ella, pues representa un estupendo nicho para los polinizadores que se le acercan ávidos pues se trata de una época de escasez de recursos alimenticios.
Foto: Olivarda © JB
Foto: Olivarda © JB
Habiendo encajado en múltiples denominaciones científicas, siempre ha conservado el término viscosa en su nombre, incidiendo así en el carácter algo pegajoso que muestran sus hojas. Aprovechando esta característica, la olivarda o hierba mosquera se colgaba de los techos de las viviendas para atraer a las moscas, que luego, atrapadas en una bolsa, se sacudían y se sacaban a la calle. Este recubrimiento viscoso reduce la evapotranspiración de sus hojas, protegiéndola frente a la escasez de agua. También produce otros compuestos bioquímicos, sustancias alelopáticas que dificultan el crecimiento y la germinación a su alrededor de semillas de otras plantas, uno de los motivos por los que se instaura y se extiende con facilidad. Incluso el fuego potencia la germinación de sus semillas, que al disponer de vilano, son dispersadas por el viento. Se trata en definitiva de una competidora nata y este lado más agresivo la ha llevado a ser considerada especie invasora en lugares como Australia, muy lejos del mediterráneo, su área nativa de distribución.
Desde antiguo en esta comarca la olivarda ha tenido distintos usos, los más frecuentes son los asociados a sus propiedades antiinflamatorias tratándose contusiones o hemorroides con las decocciones de sus tallos y sobre todo empleándola para curar heridas, en este caso en los cocimientos se incluían algunas otras hierbas como tomillo aceitunero, zajareñas, malva o jara pringosa. Estos usos, ya casi en el olvido, han sido sustituidos por novedosas aplicaciones en ámbitos como la fitorremediación de suelos, por su capacidad de acumular metales pesados como plomo y mercurio. También en agricultura, donde es considerada una excelente planta refugio pues a su abrigo prosperan muchos insectos, entre ellos fauna auxiliar beneficiosa, que combate plagas tanto en cultivos al aire libre como intensivos bajo plástico. Por ello, en olivares, cultivos de cítricos o cultivos hortícolas en los que se vela por el equilibrio ecológico, se propone como especie a favorecer, incluso a cultivar.
Y además, por supuesto, nos suministra oxígeno ¿Se le puede pedir algo más? Se merece la olivarda nuestra admiración.
Jardín Botánico El Albardinal
Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible