Viaje literario por el Parque
Encomio de la serranía de Gata y su cabo por un poeta/catedrático de la generación de 1927: Gerardo Diego (1898-1987). Premio Nacional de Literatura en 1925, compartido con Marinero en tierra de Rafael Alberti.
El poema que hoy comentamos está escrito en Almería en 1965, aunque se publicó antes en la Revista de Occidente, nº 34, Madrid, enero de 1966. Pertenece al poemario Vuelta del peregrino (1966) y se incluye en la Segunda Antología de sus versos (1941-1967).
Es una muestra de su precisión retratista con temas y paisajes españoles que encontramos en este extenso poema que a continuación reproducimos parcialmente.
Cabo de Gata
A Julia Estevan
Un revuelto, titánico oleaje.
Y la danza convulsa se detuvo.
Y se erigió supremo el corifeo
en cono agudo, vertical, purísimo.
Cuajado quedó el ímpetu, la cólera,
la soberbia de siglos y de entrañas.
Oh plenitud de forma, oh movimiento
de la quietud lograda, oh feria atónita
en un solo color de los colores:
el tostado de gloria, amor de mina,
robador de levantes y ponientes,
sol hecho roca, tierra, hoguera dura.
Y, abajo, honda la mar: lenguas saladas
de sus calas lamiendo, alborotando,
cantándole su amor a prometeos,
acariciando, consolando a andrómedas,
ciñéndole su flanco a una sirena,
desesperada de alcanzar de nuevo
su resbalada piel y escama, víctima
de una venganza atroz.
……………………………………..
Por las noches la luna, la enamoradora,
hechizando, derramando, untando
la sierpe inmensa de la mar morada,
se acuesta y hierve y entre sueños contempla
la danza enorme de las cumbres,
masas que crecen cada vez más altas,
vistas desde su foso.
Y por amor de ella, de la mar o espejo,
vuelven a remecerse en ondulante, silencioso coro,
al resón besador de sus espumas.
Amor de monte y mar.
Vida, vida. Atalaya. Excelsitud del sur.
Cabo de Gata,
puerta de Hesperia, gozne del Sureste
-mi mapa del Colegio y yo cantando
los nombres de los Cabos,
el puntero en la mano y prohibido tocar
su oloroso brillo-.
¿Qué imaginaba un niño de seis años
ante esa Gata misteriosa y huraña?
Cabo de Gata hoy, luz de poniente,
esteros de salinas, reflejos, láminas
de un rojo sordo, tabaco oscuro que va a negro
junto al blanco ya fantasmal de la sal que se enfría.
Y Venus candidísima en el cielo.

Foto: Los Escullos © Oscar Molina
Se trata de una estampa resuelta en ocho estrofas de las que reproducimos cinco, más el verso final. Está dedicado a una amiga entrañable, Julia Estevan Echeverría, poetisa almeriense, quien había publicado un poemario titulado A pleno sol dedicado a Almería.
Las dos primeras estrofas destacan los elementos naturales dominantes en su geología: la superficie dinámica del oleaje golpeando en sus orillas y “abajo honda la mar”. La fuerza y furia del constante movimiento erosivo contra los acantilados rocosos. Mientras el sol, “tostado de gloria, amor de mina” lo convierte en “hoguera dura”.
Las tres últimas refieren un ámbito amoroso, propicio a esa luna “enamoradora”, que ilumina, “Amor de monte y mar”.
Las dos estrofas finales las preside el motivo del poema “Cabo de Gata”, con el recuerdo de su infancia, una tierna imagen colegial con seis años que le evoca la imaginación de entonces, “misteriosa, huraña”, como si de un felino se tratara. Cuando sabemos que “Gata” se refiere a “cabo de las ágatas”. Delicada imagen señalada entre guiones para referir a una época “mi mapa del Colegio y yo cantando/ los nombres de los Cabos”.

Foto: Playa del Arco © Oscar Molina
La última destaca su mirada plástica sobre el paisaje, como se observa en la importancia del color: rojo, negro, blanco, además del verso final, que transforma la descripción en una apoteosis con la “Venus candidísima” que cierra el poema: el planeta Venus que ilumina las noches de esta costa y la simbólica Venus celestial, “en el cielo”.
En todo el poema se observa la habilidad técnica, los recursos retóricos puestos en juego y la maestría sensorial que despliega en el léxico junto a la sugerencia verbal.
Un profundo homenaje del poeta santanderino iniciado en las vanguardias y que abre sus ojos a la tierra de Almería.
Miguel Galindo
Colaborador del equipo de redacción del Eco del Parque
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