El Gurulillo, chispazos de color para anunciar el verano

En ambientes semiáridos como en Cabo de Gata, es larga la lista de plantas dotadas de las adaptaciones necesarias para que su vida transcurra sin grandes sobresaltos. Recordamos a las labiadas con sus esencias y sus hojas tomentosas, a las efímeras anuales expertas aprovechando las lluvias o a las suculentas, quizás las que mejor evocan la lucha frente a la sequía: sus hojas carnosas y repletas de agua son la imagen perfecta del combate que se libra por el agua en este territorio. Son pocas las familias botánicas nativas que desarrollan suculencia, destacan las crasuláceas que agrupa géneros como Crassula o el más conocido Sedum, y cuya especie, S. sediforme, una de las más vistosas, queremos daros a conocer.

Es una planta perenne, glabra, con coloraciones que viran del gris al pardo, del verdoso al rojizo. Sorprenden sus hojas carnosas, casi cilíndricas o algo planas en la parte superior, agudas o terminadas en un mucrón, sobre tallos de hasta 60 cm leñosos en la base. Finalizando la primavera, los tallos se elongan portando en el extremo llamativas inflorescencias que agrupan flores de 5-8 piezas, con pétalos de hasta casi 1 mm de longitud de color amarillo. Aunque suele nombrarse como Uña de gato, curiosamente en Níjar se conoce como Gurulillo, por la característica forma de sus hoja similar a los gurullos, la pasta con la que se elabora el guiso tradicional del mismo nombre.

Encontrarla no es difícil, aparece entre rocas y pedregales y es tan exigua en sus requerimientos que crece incluso en la capa fina terrosa que se acumula en tejados y muros de antiguos cortijos a los que se agarra con sus finas raíces, surgidas a todo lo largo de su tallo. Discreta y mimetizada, entre junio y julio su floración la delata, maravillándonos cuando las umbelas amarillas salpican el paisaje, justo cuando el entorno comienza a tornarse pardo. Coincide además con la escasez de otras flores, siendo una colorida llamada para ofrecer a los polinizadores su polen y néctar.

Foto: Sedum sediforme © JBA

Foto: Sedum sediforme © JBA

Foto: Sedum sediforme © JBA

¿Cómo sobrevive en estas condiciones extremas? El agua retenida en su hojas suple la escasez de humedad del pobre suelo en el que crece, pero su estrategia más eficaz es menos evidente. Desarrolla el conocido como metabolismo de las crasuláceas (CAM) aun no siendo exclusivo de ellas: consiste en separar la fotosíntesis en dos fases para limitar la pérdida de agua por evapotranspiración, así durante la noche abre los estomas e incorpora dióxido de carbono que almacena como malato y ya de día, con los estomas cerrados para no perder agua, el malato pasa a los cloroplastos donde continúa su ciclo.

En relación a sus usos tradicionales poco queda en la memoria popular de sus aplicaciones como cicatrizante, antiinflamatoria, contra las molestias estomacales o afecciones de la piel. Su relación con la gastronomía, limitada en esta zona a su particular nombre, sobrevive en el levante donde sus tallos tiernos, encurtidos con limón, vinagre y hierbas aromáticas se consumían como aperitivo.

Sorprendentemente el gurullillo está de actualidad, el mundo moderno lo reclama y aclama desde distintos ámbitos, ya no solo crece en antiguos tejados, se cultiva destinado a las cubiertas verdes de innovadores edificios, los invernaderos más avanzados lo plantan en sus setos para atraer a fauna auxiliar beneficiosa e incluso aparece en la carta de los menús de algunos reputados restaurantes. Todo un triunfo para una planta que ha hecho de su resistencia su forma de vida.

Jardín Botánico “El Albardinal”
Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible

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