Vida natural
Superar la desesperanza: el trabajo que reconecta
Somos naturaleza, hace tiempo que hemos estado ausentes, pero ahora volvemos.
Walt Whitman
Si supieras que un peligro certero e inminente amenaza tu vida y la de tus seres queridos, ¿No harías todo lo que estuviera en tu mano para intentar protegerte y sobre todo protegerles a ellos? ¿No movilizarías todos tus recursos, pedirías ayuda desesperadamente, exigirías a las autoridades que actuaran?
Incluso si tuvieras la certeza de que la situación no tiene solución, imagina por ejemplo que tu madre tiene una enfermedad incurable: ¿seguirías con tu vida como si no pasara nada o te quedarías a su lado embargado de preocupación y tristeza?
El hecho de que la actual crisis ecológica planetaria, con el grave y certero peligro que representa, no desencadene ninguna de estas reacciones humanas, sino que más bien produzca el efecto contrario (cuanto más oímos hablar sobre el cambio climático, más “pasamos” de ello) es cuanto menos inquietante. ¿Cómo explicar que las señales de peligro que instintivamente nos deberían mover a la acción no nos lleven más que a la apatía y al desinterés?
Foto: Los Genoveses © OM
Foto: Palmera en el Cortijo del Plomo © OM
Ese “entumecimiento de la mente y del corazón”, como lo llama Joanna Macy, puede ser provocado por diferentes causas: el miedo a ser considerada por los demás una persona histérica, alarmista, demasiado emocional, alejada de la realidad de los problemas cotidianos que demandan nuestra atención. Pero también juega en esta represión de sentimientos el temor al dolor tan grande que podemos llegar a sentir y a la enorme impotencia de ver que no hay nada que podamos hacer al respecto. Ya sea en forma de apatía y represión de sentimientos, o como los cada vez más frecuentes casos de trastornos de ansiedad y depresión asociados a las noticias sobre el cambio climático, la crisis ecológica tiene un efecto sobre nuestra salud mental. La Ecopsicología no pone el foco del malestar psíquico en la persona y sus conflictos internos, sino en la relación o falta de ella del ser humano con el ecosistema del que forma parte. Tuve la ocasión de conversar con Ana Karla Enríque quien, después de muchos años como psicoterapeuta especializada en terapia familiar, encontró su camino en la Ecopsicología y concretamente en la metodología llamada El trabajo que reconecta. “La psicoterapia familiar que practicaba antes se basa en curar las relaciones y los vínculos. La propuesta de la Ecopsicología va en la misma dirección, pero el objetivo es sanar el vínculo entre ser humano y naturaleza, reconociendo la interdependencia radical de todo lo que existe en este planeta, y superando esa idea de relacionarse con la naturaleza de forma antropocéntrica y jerárquica (el ser humano como rey de la creación) y utilitaria (pensar sólo en qué beneficio puedo sacar de la naturaleza), que está en la raíz de muchos problemas de desesperación y pérdida de sentido de la vida”.
Foto: Cala del Plomo © OM
Esta alienación entre ser humano y naturaleza es propia en las sociedades de crecimiento industrial, pero es importante saber que no siempre ha sido así, como se comprueba con el estudio de antiguas religiones o culturas que nos hablan de una conexión mucho más simbiótica entre el Homo sapiens y el resto de habitantes de la Tierra. Superar esa alienación implica empezar a considerar la naturaleza como algo de lo que formamos parte y no como simple decorado de nuestra vida de humanos. ¡Qué bella y poderosa idea para transmitir a nuestros hijos e hijas!
Ahora bien, no es más información y más datos sobre el desastre en el que estamos sumidos lo que vaya a crear una nueva conciencia ecológica. Gracias a internet es posible estar hiperinformado de la realidad objetiva, pero las señales que nos llegan, o bien son reprimidas por los mecanismos de los que hablábamos al principio del artículo, o bien nos llevan a la culpabilidad y a la desesperanza, lo que tampoco es un motor de cambio.
El trabajo que reconecta, metodología creada en los años 70 por Joanna Macy, utiliza como método el movimiento, la poesía, la meditación, los recuerdos, las historias y sobre todo el poder del grupo para no solo transmitir información, sino cambiar conciencias. A través de diferentes formatos (desde talleres cortos hasta “inmersiones” de 10 días) El trabajo que reconecta propone, en primer lugar, darle espacio a ese “dolor por el mundo”, honrarlo en lugar de reprimirlo, permitir el duelo que todo dolor requiere. Una vez que hemos reconocido ese dolor, que a menudo se había manifestado como un malestar psicológico achacado exclusivamente a eventos de la propia vida individual, El trabajo que reconecta acompaña en un proceso en espiral. Este proceso, como decíamos, no apela solo a nuestra parte racional, sino también al cuerpo, los sentimientos y las emociones hasta llegar a hacernos comprender la radical interconexión de todo lo que existe en este mundo (empatía cósmica), hasta que llegamos a comprender que no es que haya que proteger a la naturaleza, es que la naturaleza somos nosotros: no se trata de proteger el Parque Natural, es que nosotros SOMOS parte del Parque Natural.
Foto: Portada del libro
Por último, el trabajo llega a la búsqueda de alternativas para comenzar a actuar, cada uno a su manera, superando la desesperanza y convirtiéndonos en parte del Gran Giro, un cambio profundo en la sociedad que todavía está a tiempo de darse. Esta metodología, que está explicada con detalle en el libro Nuestra vida como Gaia (se puede conseguir gratuitamente en español en la sección “recursos” de la página web www.eltrabajoquereconecta.org), ha sido utilizada durante años por grupos ecologistas, grupos de vecinos, escuelas, asociaciones, especialmente en Estados Unidos y Latinoamérica.
Foto: Esquema sobre foto de la Playa de Los Genoveses © OM
Le pregunto a Ana Karla si no se corre el riesgo de estar predicando para los conversos, es decir, de llegar solo a las personas que ya están convencidas o “reconectadas”. “Por mi experiencia, al menos en América Latina, cada vez se interesan más personas que en principio no están metidas en grupos ecologistas o ni siquiera muy motivadas por la ecología, pero que sienten un malestar profundo frente a la situación del planeta y frente a su propia vida que quieren analizar y sanar”.
Estíbaliz García Recio