Gente del Parque
Josefina Nieto Hernández, odontóloga
Ejemplo de amor al terruño
Un ejemplo de amor a su tierra es Josefina Nieto Hernández, aunque se la conoce como la hija de Manuel el de Los Genoveses y de Fina la del Molino. Es odontóloga del Sistema Sanitario Público Andaluz, nació y vive en San José, en el más auténtico, en el primitivo núcleo. Nos cuenta que su familia paterna tenía arrendado el cortijo de los Genoveses y la materna el molino de los Genoveses.
Yo me siento calillera, soy de La Calilla, nieta de Ángeles la molinera. Mi padre y mi madre se conocían de pequeños. Mi padre era pastor, luego se presentó a la Guardia Civil y lo destinaron a Cádiz, allí nació mi hermana, después se vino a San José; yo nací en el hospital de la Cruz Roja en Almería y pasé aquí toda mi niñez. Vivíamos en el cuartel y nos llevaban los guardias civiles al colegio, todos los niños en el Land Rover. El colegio era una unitaria, la señorita Rosa María era muy estricta, me acuerdo que un día me hice pipí y me castigó toda la mañana de pie.
Recuerdo aquellos años de forma muy grata porque no era ni mucho menos el San José que podemos ver ahora. Sebastián y su hermano José, el del estanco, salían a pescar y bajábamos todos los que vivíamos por aquí a ayudarle a sacar el barco; ahí en la Calilla había unas cosas redondas, como un torno que le daba vueltas tirando del barco, conforme salía le poníamos una especie de rodillo para sacarlo y yo me subía y me encantaba ver el pescado dando saltos. Ahí justo compraban mi madre y mi abuela el pescado. Estaba la tiendecilla de Laura y José el de la Huerta que nos abastecía, pero de vez en cuando íbamos a Almería al economato, los cuatro en la Vespa de mi padre; mi madre sentada de lado con mi hermana entre mi padre y ella, yo iba delante de mi padre arrodillada y delante de mí el saco de la compra.
Foto: Josefina Nieto © JMJ
Mi abuela materna quedó viuda a los 33 años y tuvo que ponerse a trabajar en el molino y después, cuando ya estábamos aquí en San José, empezó a trabajar con la “señorica”, de cocinera en el Romeral. Esto era un latifundio, todo pertenecía a los “señoricos”, mucha gente del pueblo trabajaba con ellos. Mi abuela era muy afortunada porque la “señorica” le diera el privilegio de servirla y tener una disponibilidad económica. Me acuerdo que de pequeña para ir a ver a mi abuela teníamos que ponernos de acuerdo con Antonio Ferre, que era el chófer de la “señorica”. En los Genoveses hay una especie de cocherita donde tenían un bote y se iba allí la “señorica” y sus invitados a pasar el día en la playa y mi abuela se quedaba sola con Paca, su compañera; el chófer nos avisaba de que se iba la “señorica” al “cuarto del bote” para ir nosotras a ver a mi abuela sin que ella se enterara. Yo era de las pocas privilegiadas que había visto ese cortijo por dentro y me maravillaba porque, además, mi abuela nos daba una Puleva de chocolate de cristal, de las antiguas. Y no había visto eso nunca, para mí era como que sólo existía allí y sólo esa gente podía acceder a ese tipo de cosas.
Mi abuela y Paca dormían en las cuadras de los antiguos caballos, donde le hicieron como unos camastros con colchones de lana. Cuando en alguna ocasión nos encontrábamos con la “señorica” teníamos que besarle la mano. Una vez mi padre se puso enfermo y mi madre tuvo que salir corriendo con él para Almería, nos dejó a mi hermana y a mí a cargo de los guardias civiles con el encargo de que nos llevaran al Romeral, mi abuela pensó que si se lo decía a la señorica no le iba a gustar y nos llevó a un cuarto donde ella y Paca lavaban todo a mano en una pilas que había, nos escondieron debajo de las pilas y nos dijeron: “no podéis levantaros, que nadie os vea, tenéis que quedaros aquí y os iremos trayendo la comida” y nosotras allí metidas debajo de las pilas de lavar. Mi abuela hacía como que iba al cuarto de lavar y nos llevaba la comida y allí nos tiramos un día entero hasta que mi madre vino a la noche con la Guardia Civil y ya nos trajeron a San José. Qué miedo no le tendría, o qué respeto, que no se atrevía a decirle lo que había pasado y que nos quedáramos allí.
Foto: El Romeral © JMJ
¿Cuándo dejasteis de vivir en San José?
Nos gustaba estudiar y aquí cuando se llegaba a quinto del antiguo EGB tenías que ir a un internado a Níjar. Cuando mi hermana tenía que hacer quinto, mi madre no quería que se fuera interna y le dijo a mi padre que pidiera traslado a Almería porque “a las niñas les gustaba estudiar”; se compraron un piso en Almería y nos fuimos allí, pero mi abuela materna le alquiló una casilla a Antonia, la primera dueña del Costa Rica, y veníamos los fines de semana, los veranos, hasta que mis padres se compraron aquí una casa.
Luego me fui a Granada a hacer odontología, gracias a que mi abuela me apoyó mucho. Los años en Granada fueron maravillosos y yo pensaba montar una consulta de dentista en Níjar, pero acabé en Olula del Río. Fui la primera mujer dentista en el Levante Almeriense y venir de Granada y meterme en un pueblo como aquel fue sentir que había vuelto al Australopithecus, porque la primera vez que tuve que atender pacientes dudaban de que una mujer pudiera ser capaz de sacar una muela. Luego monté mi consulta en Almería, pero siempre he tenido la cosilla esa de poder haber vuelto a San José. Cuando tuve la oportunidad, dejé la privada, porque siempre he sido fiel defensora de la sanidad pública; empecé a trabajar en atención primaria y en atención hospitalaria para las personas discapacitadas. Comencé mi vida en pareja con Luís y pensé en volver a mi Calilla, en volver a donde yo había vivido tantos años de mi niñez y volví a mi pueblo, porque nosotros, los que somos de esta parte de San José, de la Calilla, nos gusta poco la Pava: la Pava es “aquello” …
¿Es que el San José primitivo era esta zona?
Exactamente, aquello es como el apéndice. Cuando yo me siento aquí y miro mi Calilla y miro mi San José y miro mi parque natural, es un placer. Siempre de pequeña íbamos a la playilla que hay debajo del estanco, cuando llegaba el verano y se llenaba de gente yo me enfadaba porque había niños que me quitaban mi playilla “¿cómo puede venir de otra parte a quitarme mi playilla, si es mía?”, pensaba.
Por eso me duele cuando lo agreden. Tengo un poco de resentimiento con el turismo del verano, porque entiendo que todos los que, como yo, son de aquí y viven del turismo le interesa que venga gente. Yo, como no vivo del turismo me preocupa porque estoy viendo que no es un turismo sostenible el que hay, me preocupa mi pueblo, me preocupa el entorno porque creo que no es el turismo que merece el Parque Natural.
¿Y cuál es el turismo que se merece el Parque?
Se merece un turismo respetuoso con el medio ambiente. Se debe planificar evitando las masificaciones, creo que se debería de controlar la construcción: San José es lo que es y no puede más. Aparte de dotarlo de más infraestructuras, de más zonas verdes y mejor cuidadas, más papeleras, más zonas de recogidas de residuos, etc., el ayuntamiento debe hacer una política de educación, hay que educar a la población y, si es necesario, tener algún organismo pendiente de cómo cuida la gente las playas y de lo que tira. Nosotros vivimos cerca de la playa y los domingueros nos dejan las basuras en la puerta y se van. Ese tipo de turismo es nocivo y creo que es gente de la zona de alrededor de aquí, de Almería.
Me preocupa el futuro del entorno y del Parque, porque veo que las políticas van encaminadas a fomentar que se construya, incluso de forma ilegal, fraudulenta, viendo el bolsillo, el interés económico y no el interés medioambiental y de conservar mi entorno.
Foto: La Calilla antes y ahora © JMJ
Quizás no sea fácil mantener un parque natural, con todas sus características, en un sitio de playa, donde a la gente le gusta veranear y gastar y que haya diversión y actividades poco respetuosas con el medio ambiente.
Claro, pero quizás el que venga y los dueños de locales sepan que aquí no se puede estar con “pum pum” hasta las tres de la mañana, que es un parque natural en donde puedes practicar el senderismo, ver zoología, astronomía, disfrutar del entorno, pasear… Resulta difícil, pero si nuestros políticos estuviesen concienciados hacia eso resultaría más fácil. Es un problema educacional y las políticas deberían estar orientadas hacia eso, no a hacerse la foto con el empresario que construye ilegalmente un hotel o lo explota o que construye cuarenta o cuatrocientas viviendas. Yo creo que las políticas que fomentan un entorno saludable al final son rentables para el ser humano, quizás no económicamente, pero sí en términos de bienestar y creo que es a lo que deberían ir orientados todos nuestros esfuerzos. Hace falta educación y movimiento popular, hay que saber reivindicar, asociarse, apoyar a la gente que luche por cosas buenas.
Foto: Luis y Josefina © JMJ
Foto: La Calilla en San José © JMJ
¿Cómo está la odontología en esta zona?
La odontología en atención primaria está eternamente infravalorada en el Servicio Andaluz de Salud. Los dentistas somos unos facultativos que pertenecemos a la atención primaria y nuestras funciones no son solo tratar, sino prevenir, hacer promoción de la salud. Atendemos multitud de patologías, orientada fundamentalmente a la población socioeconómica más desfavorecida que existe en nuestro parque natural, donde hay mucha población inmigrante con gran prevalencia de patología dentaria. Tenemos un alto índice de caries en dentición temporal, en niños y en población adulta debido a malos hábitos de higiene y una dieta muy cariogénica, con muchos azúcares. Eso necesita profesionales que hagan educación sanitaria y, además, tengan tiempo para tratar a todos esos pacientes. Ahora mismo esta zona es atendida por un profesional que hay en el centro de salud de Níjar solamente tres días en semana y la demanda es desbordante, hay una lista de espera enorme. La cartera de servicios de odontología incluye atender a embarazadas, a niños, a la población adulta, hacer cirugía, hacer revisiones escolares, todo eso en tres días y en una comarca como Níjar es una infraestructura infradotada e insuficiente.
Entrevista realizada por Juan Manuel Jerez