Cañaverales un futuro entre grises
Asociamos Cabo de Gata a un paisaje de contrastes entre el mar y un entorno árido y descarnado. Recorriendo sus barrancos y alejándonos del mar, podremos encontrar pequeños enclaves donde la urgencia de agua crea algunos reductos húmedos, ocurre así en la rambla de las Agüillas, la de las Hortichuelas o en la Granatilla. Y todos estos ambientes de lejos son fácilmente reconocibles por la presencia de cañaverales. La caña, esta gran conocida, encierra muchos aspectos controvertidos, recordándonos que en la mayoría de las ocasiones acudir a los tonos grises es la única opción para abordar algunos temas.
Foto: Cañas en la playa de Agua Amarga © Murielle Aufranc
A pesar de ser la caña una planta habitual en nuestra memoria colectiva, su procedencia es bastante lejana. Los últimos estudios genéticos apuntan a que su origen se remonta a Asia, de donde derivan las poblaciones mediterráneas. Fue su profusa utilización por parte del ser humano la que extendió su presencia hasta nuestras latitudes; aunque sin constancia exacta de su fecha de introducción en la península, hay documentación del siglo XVI que ya habla de su cultivo, por lo que se trataría prácticamente de un arqueófito (especies que se introdujeron antes de 1492).
La caña es una de las gramíneas más grandes conocidas, pudiendo alcanzar hasta los 4 metros. Está constituida por un grueso rizoma leñoso del que surgen diferentes tallos, huecos y estructurados, en segmentos separados por nudos. De estos nudos brotan las hojas y, a partir del segundo año de crecimiento, las ramificaciones laterales. Las flores, que aparecen a finales de verano, se agrupan en penachos terminales aunque no llegan a producir semillas y si raramente lo hacen no pueden germinar. En su ciclo, durante el invierno, los rizomas acumulan las sustancias de reserva que se emplean para retomar el desarrollo en primavera.
La propiedad de los tallos de lignificarse conforme maduran y su contenido en sílice los vuelve muy resistentes, a la vez que ligeros. Y esta propiedad, junto con la capacidad extraordinaria de rebrote de los rizomas tras el corte, convirtieron a la caña en un recurso insustituible que cubrió gran parte de las necesidades en múltiples ámbitos del medio agrícola y rural, sobre todo en estos entornos áridos y con escasez de madera. Recolectadas entre enero y marzo, se almacenaban y seleccionaban en función de su diámetro. Tanto enteras, como rajadas a tiras, libres o entretejidas, se han empleado con inusitada pericia en la construcción de techos, paramentos o vallas, desarrollándose toda una tipología constructiva, hoy casi en abandono. En las huerta son insustituibles aun hoy como soporte de cultivos. Con ellas se fabricaban cestas y de ellas se colgaban embutidos en las cocinas de los cortijos; incluso se elaboraban juguetes, como los barquitos trenzados con sus hojas que se echaban a las acequias como diversión.
Foto: Cañas cerca de Las Negras © JB
Constituyendo un recurso tan preciado, la facilidad de su cultivo propició su rápida propagación. Sus potentes rizomas, aun cortados y arrojados sin más, son capaces de rebrotar y enraizar en casi todo tipo de suelos con algo de humedad y poco a poco fueron colonizando terrenos naturales, sobre todo en ramblas y ribazos. Tras el paso de los años, y últimamente acentuado por el abandono de su aprovechamiento, estos cañaverales han ido densificándose, modificando el ecosistema de ribera y compitiendo y desplazando ferozmente a la fauna y flora nativa. La intensa sombra que generan impide el crecimiento de otras plantas y sus rizomas forman un tapiz tan denso que no pueden germinar semillas. Con su elevada tasa de transpiración, compiten por los recursos hídricos, tan escasos aquí. Sus densas formaciones constituyen un corredor que facilita el avance del fuego en caso de incendio y llegan a cerrar los cauces impidiendo la normal evacuación de las aguas, pudiendo provocar tapones en las avenidas. En los episodios de lluvias torrenciales acaecidos, en este y anteriores años, hemos visto las playas del Cabo invadidas por toneladas de restos de cañas y sus rizomas. En estos episodios de arrastre, los rizomas se dispersan y pueden generar nuevos núcleos.
Foto: Juguete hecho con cañas © JB
Foto: Cesta hecha con cañas © JB
No en vano es considerada una de las 100 especies más invasoras del planeta y como tal está incluida en el Catálogo Nacional de Especies Exóticas Invasoras, aunque de aplicación únicamente en Canarias.
Foto: Cultivos con cañas © JB
Con la intención de recuperar los ambientes húmedos que se han visto transformados por esta invasión, han surgido a nivel nacional y provincial diversas iniciativas de conservación dirigidas a controlar y/o eliminar los cañaverales allí donde constituyen un problema. El control de una especie invasora suele ser muy costoso y necesita dilatarse en el tiempo para ser efectivo; en el caso de los cañaverales, con estrategias de persistencia tan rotundas, este hecho se manifiesta fuertemente. Fruto de estas experiencias de investigación y actuación, ya existe mucha documentación al respecto de cómo abordar su control. Y no debemos olvidar que estas actuaciones deben ir acompañadas de acciones de restauración de la cubierta vegetal, pues en ocasiones la caña prospera porque las condiciones de conservación de la vegetación propia no es la óptima.
Foto: Cañas cerca de Las Negras © JB
En la actualidad, la caña está en el punto de mira de diversos aprovechamientos: para producción de biomasa, en bioconstrucción o en aplicaciones industriales para producción de celulosa. Sin embargo, simultáneamente, los conocimientos tradicionales arraigados en este territorio van cayendo en el olvido.
¿Quién sigue utilizando cestos de caña en sus quehaceres cotidianos? No deberíamos ceder a que las cañas invadieran los márgenes de las escasas zonas húmedas del Parque, ni tampoco deberíamos permitir la pérdida del todo el conocimiento tradicional y el aprovechamiento de este recurso. Hacia ese equilibrio de grises sería muy interesante ir dando pasos.
Jardín Botánico El Albardinal
Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible