Gente del Parque
Paco Hernández, geólogo y doctor en Ingeniería de minas
“En Rodalquilar había de todo cuando en el resto de los sitios no había de nada.”
En la Sierra de Cabo de Gata hay un montón de material que se puede utilizar para generar riqueza para la gente del lugar
Francisco Hernández Ortiz, licenciado en Geología y doctor por la Escuela de Ingenieros de Minas de Madrid, hijo de trabajador de las minas y nieto de minero, nació en Rodalquilar unos años antes del cierre de las minas y trabaja en Madrid en el sector energético, pero nunca ha dejado de visitar su tierra y defender su patrimonio. Autor de siete libros, de entre 50 y 60 artículos en revistas especializadas en patrimonio minero, multitud de ponencias en congresos y conferencias, colaborador del Eco del Parque, es quien más sabe del patrimonio minero de la Sierra de Cabo de Gata.
Rodalquilar en sí existe por la minería –nos dice-. Nació en 1509, creció y vivió de las minas de alumbre de Francisco de Vargas donde hoy está la barriada de La Ermita y llegó a ser el segundo pueblo más importante del levante almeriense en el siglo XVI con alrededor de trescientos habitantes, que para aquella época era una barbaridad. Las minas se cerraron en 1590 y empezó una decadencia hasta casi desaparecer. En 1929 el pueblo se movió desde la actual Ermita a lo que hoy todo el mundo conoce como Rodalquilar, empezó a crecer y expandirse por las minas de oro, primero entre 1929 y 1936 por Minas de Rodalquilar S.A. y a partir de 1940, por la actuación del gobierno de España, a través primero del Instituto Geológico Minero y luego del ministerio de Industria y la gran expansión de Rodalquilar con la planta Denver, las casas nuevas y todo lo demás. Las minas se cerraron en el 1966, pero los restos están ahí. Rodalquilar es 100 por 100 minería.
Foto: Paco Hernández con Juan M. Jerez © TR
Pero se decía que las minas nunca fueron rentables económicamente ¿Por qué ese esplendor?
El oro se descubrió en Rodalquilar casi por casualidad en la mina de plomo Las Niñas. El mineral se enviaba en burros hasta El Playazo y de allí en barcos veleros a una fundición de Mazarrón para conseguir lingotes de plomo; los químicos se dieron cuenta que ese plomo tenía oro y comenzó un interés por él a finales del siglo XIX. Primero el oro se recuperaba del plomo en Mazarrón y luego, cuando Juan López Soler descubre oro en estado libre, empiezan a sacar lingotes. Pero la amalgamación no funcionó por temas técnicos y después, en la década de 1930, los ingleses con la cianuración sacaron una tonelada de oro en cinco años. Al acabar la Guerra Civil, el Gobierno ve que las reservas de oro del Banco de España han desaparecido y descubren que el Cerro del Cinto podría tener, según los estudios de la época, 75 millones de toneladas de mineral aurífero con riquezas bastante mayores de 5 gramos por tonelada (antes de la Guerra Civil se sacaban alrededor de 15 gramos de oro por tonelada), lo que serían unas 600 toneladas de oro, prácticamente las que habían desaparecido. Se invirtió todo lo que hizo falta, empujando la minería de una manera espectacular. Pero esa cubicación no era exacta y de las esperadas 600 toneladas, el Gobierno recuperó cinco, con lo cual hay una balanza entre la ilusión desmesurada de la época de 1940 hasta 1956, que parecía que esto iba a ser algo brutal, y de 1956 a 1966 que se dieron de bruces con que no había lo que esperaban. Pero en la época más dura de la autarquía y por el patrón dólar, el oro se podía convertir en divisas directamente a razón de 35 dólares por cada onza de oro. Se puede decir que en Rodalquilar se “fabricaban dólares”.
Foto: En la planta Denver © JMJH
Foto: Paco Hernández mostrando un filón © JMJH
Había de todo cuando en el resto de los sitios no había de nada.
Rodalquilar, entonces, es como una especie de isla en un campo de Níjar agrícola…
La gente tenía una economía de subsistencia. Cuando aparecieron las minas se pagaban buenos salarios y en la década de 1940, se hace un economato del INI en el que no faltaba de nada cuando, por desgracia, en el resto de los sitios no había prácticamente para comer. Rodalquilar era algo anómalo, para bien, y la gente intentaba venir a pesar del problema de la silicosis. En los años 30, la esperanza de vida laboral del minero de interior era de 5 años. Toda la plantilla de Minas de Rodalquilar estuvo afectada por silicosis, como mínimo en grado uno; muchísimos de ellos murieron y sus familias quedaron sin ingresos, sin nada. Y cómo estaría la vida para saber que iban a morir y seguían trabajando en las minas porque tenían un buen sueldo para aquella época. Después de la Guerra Civil se tomaron medidas laborales como usar mascarilla y los martillos perforadores con inyección de agua para evitar el polvo. En tiempos del Instituto Nacional de Industria bajó la silicosis una barbaridad y a quienes se le diagnosticaba en grado uno se les apartaba a otras tareas como guarda de la planta Denver o del polvorín.
El auge de las minas de Rodalquilar coincide con el cierre de todas las minas de plomo de la mitad sur de la Sierra de Cabo de Gata en la década de 1920. Los mineros eran de Rodalquilar y de los pueblos de alrededor, sin embargo, en la década de 1930 toda la plantilla se afecta por la silicosis y muchísimos mueren; cuando en 1943 se vuelve a reabrir la actividad con la Empresa Nacional Adaro todos vinieron de fuera porque no quedaba ni uno que pudiera trabajar en la minería: vinieron mineros de Gérgal, de Linares, de Murcia, de Fondón, etc.
¿Cómo se vivía en el pueblo?
En Rodalquilar había prácticamente de todo. Una de las cosas más espectaculares era que las casas nuevas tenían alcantarillado, baño, ducha. Era algo que no se había visto en ninguna casa de la Sierra de Cabo de Gata, ni probablemente de la provincia de Almería. Había escuela, todos los hijos de los mineros estuvimos escolarizados y al acabar la enseñanza primaria, la empresa nacional Adaro pagaba los estudios medios en Vélez Rubio o en Almería. Que el hijo de un minero pudiera tener acceso a los estudios, que debería haber sido lo normal, en aquella época era absolutamente extraordinario. Y aquí en Rodalquilar, por suerte, hemos tenido ayudas para estudiar y de hecho hay bastantes universitarios que han salido de aquella época y que, en otras partes de la comarca de Níjar, por desgracia, no pudieron.
Y el resto de la vida del pueblo, pues digamos que era una vida que tenía de todo en un momento en que en el resto de los sitios no había de nada; eso es la mejor definición de lo que era Rodalquilar.
Foto: Paco Hernández, segundo por la izquierda, en la presentación de uno de sus libros © JMJH
Foto: Las minas se pueden hacer visitables. Cero del Cinto © JMJH
¿Cómo es la población actual de Rodalquilar?
Hay una disociación muy grande que a mí me da un poco de pena. Cada vez queda menos gente autóctona, de la época de la minería y de la agricultura de secano. La mayor parte la población ha venido de fuera, lo digo con todo el respeto del mundo, que no tiene recuerdo del pasado, no solo minero, sino del de la economía de subsistencia del campo de Níjar y únicamente se preocupa, y me parece bien, de sus actividades, de pintar, de darse sus paseos… digamos una vida un poco bohemia, bien entendido, afortunadamente no es esa vida tan ruda y tan distinta que hubo antes y que tanto poso ha dejado en los nativos, pero que los foráneos se esfuerzan en ignorar sin llegar a entender que eso es la esencia del lugar que han elegido para vivir, esencia que en su momento recogieron en su obra, por ejemplo Colombine o Goytisolo. Nunca he llegado a entenderlo, pero hay una inmiscibilidad entre el Rodalquilar moderno y el tradicional.
Esos que han venido de fuera ¿Qué buscan en Rodalquilar o qué encuentran?
Lo que todos los que venimos aquí. Es un sitio con unos paisajes preciosos, la tranquilidad, la luz, los colores, la vegetación, las ramblas, las cortijadas, las minas, el paisaje de la Sierra de Cabo de Gata, es un paisaje que no deja indiferente a nadie. Saliendo de los cascos urbanos, cualquier cosa te puede enganchar. Yo entiendo que para los artistas, que aquí hay muchos, es un sitio que está muy bien para su creación, sobre todo en la época de la tranquilidad.
Pero estamos vendiendo demasiado todo esto como si fuera lo habitual y eso no es así porque en los meses de julio y agosto todo cambia. Yo soy de aquí y no me gusta nada; sigo viniendo porque es mi pueblo, y seguiré viniendo, pero esta masificación no me parece bien, no es ni sostenible ni es lo más adecuado para la gente. Creo que lo que hay que hacer es que venga menos gente, pero todos los meses del año. Hay que fomentar más actividades como Clásicos en el Parque, eventos pequeñitos, muy interesantes que atraen a un turismo bastante recomendable y que durante un mes atrae gente que cena en los restaurantes, se toma una cerveza o dan una vuelta por el pueblo, poca gente y durante muchos días. Las actividades que, a mi entender, no hacen nada son, por ejemplo, la Noche de las Velas; no entiendo qué sentido tiene meter a mil personas durante dos horas en un espacio en el cual no hay servicios básicos para esa cantidad de gente, por ejemplo, si tienen que orinar tienen que irse a la puerta de una casa o a una esquina. Rodalquilar está más desbordado que Benidorm, porque los servicios de Rodalquilar ni los de Las Negras ni los de La Isleta ni los de San José son los de Benidorm. No se deben desbordar los servicios de un sitio y que los que vengan se sientan timados como se sienten cuando llegan en julio y en agosto, porque no es lo que le han vendido, por que no le dan servicios, porque le cobran caro, porque le sirven mal por la saturación de personas. Ese tipo de cosas son las que yo creo que habría que intentar cambiar porque es una ruina para todos y, además, se destruye todo. Se crea mala imagen que luego se divulga por el boca a boca fuera de Almería y de España. Nunca he estado ni estaré en contra de que vengan visitantes que dejan su dinero en los negocios locales, que además son fundamentales en la economía de la zona, pero sí que estoy y estaré en contra de iniciativas irracionales que son “pan para hoy y hambre para mañana”. Hay que buscar un equilibrio y es posible hacerlo.
Foto: Antigua báscula del mineral © JMJH
Foto: Con el grupo Almeríacina © JPM
Turismo científico
¿Hay alternativas a ese tipo de turismo?
Nadie se ha preocupado de explotar los valores naturales de la Sierra de Cabo de Gata y del Parque Natural en el más amplio sentido de la palabra. Las figuras de protección que tiene la zona para lo único que se utilizan es para atraer el turismo de sol y playa, que también hay que atraerlo, pero no exclusivamente.
Tenemos un aspecto geológico y un aspecto biológico que se puede explotar durante todo el año con, por ejemplo, estudiantes de Erasmus de Geología y de Biología, o reuniones de congresos, no de mil personas, que no hay capacidad, pero de 50 o 100 personas; muchos estarían encantados de venir en el mes de febrero a un congreso, echar tus horas de trabajo y luego un paseíto o comer en un sitio.
De hecho, vienen de universidades de todo el mundo: de Kansas, de la Complutense, de la de Granada… incluso viene la asociación de geólogos del petróleo de Estados Unidos. Si las universidades vienen aquí a enseñar es por que hay materia que enseñar, porque la geología y la minería de aquí son muy aprovechables; es una escuela a cielo abierto. Rodalquilar es una caldera de hundimiento que tiene ocho kilómetros por cuatro.
Las zonas de calderas o de volcanes, en todas las partes del mundo, las más pequeñitas pueden tener 50 ó 100 kilómetros de diámetro; si tienes que dar una clase de geología te puedes pasar un día en un autobús viajando de un lado para otro, aquí ves todos los procesos que se dan en una caldera en un día andando y te puedes poner en un otero y ver todas las cosas sin moverte del sitio y, además, el tipo de vegetación y la aridez permite que todo se pueda ver mucho más fácilmente que donde hay más vegetación. Los procesos geológicos y mineros que hay aquí se repiten en muchas partes del mundo, pero esa condensación y ese tamaño solo se da en Rodalquilar y esa es una de las cosas por la que vienen tantas universidades, porque tienen todo concentrado. Entonces, todo eso se puede aprovechar para desarrollar un turismo activo, cultural y científico, lo único que hay que hacer para el público en general es adaptar el discurso y hacerlo en un lenguaje más compresible a la gente.
Las minas aquí tienen como mínimo 150 años de antigüedad, con técnicas de laboreo que han ido evolucionando y eso se puede enseñar sobre el terreno. Se puede hacer una reconstrucción de la historia tecnológica, de la historia minera y de cómo la gente ha pasado de una economía de subsistencia a una economía relativamente buena. Además, muchas de las minas de interior de la Sierra de Cabo de Gata son macizos de cuarzo que con una inversión mínima se pueden hacer visitables (como la Geoda de Pulpí), básicamente asegurando las zonas de tránsito, iluminándolas, utilizando cascos y una persona que guie y explique cómo se explotaba la mina, qué es un filón, qué minerales hay en el yacimiento, por qué se ha formado el yacimiento mineral, que esto fue una caldera volcánica…
La universidad de Kansas, por ejemplo, viene aquí todos los años a ver los arrecifes del cerro de La Molata y otros muchos elementos geológicos, porque la cima de ese cerro es el fondo de una playa fósil de hace cinco millones de años y puedes ver las cabezas de coral de hasta un metro de diámetro, el cerro es un atolón, e igual el cerro del Romeral y Mesa Roldán y todos esos cerros blancos que son planos en su cima, porque son materiales sedimentarios que crecieron encima de aparatos volcánicos erosionados. La Sierra de Cabo de Gata hace siete millones de años era un archipiélago volcánico, es decir, un montón de islitas. En La Molata hay fósiles de una gran variedad de especies, incluso hay pequeñas estalactitas porque lleva expuesto al aire más de cuatro millones de años cayéndole agua y formando microcuevecitas por disolución.
En definitiva, hay un montón de material que cuesta cero euros (porque ya existe) y que se puede utilizar para generar riqueza y beneficiar a la gente del lugar a lo largo de todo el año y eso sí que es un recurso sostenible y eso sí que es un turismo activo y eso sí que es una cosa magnífica para toda la Sierra de Cabo de Gata, absolutamente olvidada, incluso diría que obviada por nuestras gloriosas instituciones.
Entrevista realizada por Juan Manuel Jerez
Secretario de la Asociación Amigos del Parque