Gente del Parque

Manuel Nieto y Fina Hernández

La historia viva de San José

La entrevista con Manuel el de los Genoveses y Fina la del Molino es una agradable conversación de mesa de camilla y conocer, mientras reviven, cómo era el San José perdido.
Aquel pueblecito pequeño, rural, con sus virtudes y defectos, con sus carencias y su historia viva de gentes humildes y terrateniente todopoderoso.
Manuel Nieto Freniche nació en el cortijo del Romeral porque sus padres eran cortijeros. Cuando tenía cuatro años su padre se traslada de aparcero al cortijo de los Genoveses y allí vivió hasta que se fue al servicio militar.
Josefina Hernández procedía del Collado de los Genoveses donde su madre, Ángeles, era molinera. Todo ello propiedad de José González Montoya, el “señorico” o D. José, como lo conocían los aldeanos.

Entonces San José podía tener cien habitantes, a to tirar, afirma tajante Manuel, y Fina apostilla segura: No habría más.

Foto: Manuel Nieto © JMJH

Foto: Fina Hernández © JMJH

Y ¿De qué vivían?
MANUEL: Los pocos que vivían aquí vivían arrancando esparto y cogollo y en invierno, cuando hacía buen tiempo, de la pesca. Salían con la barca, echaban las redes, dejaban la barca varada y los otros venga y venga y venga tirando de la jábega hasta sacarlo todo. Y había veces que se ganaba más y otras veces se ganaba menos.
Aquí los jabegotes no pasaban falta, aunque no ganaran mucho no pasaban necesidad ni hambre, no se acostaba nadie sin cenar y sin vestirse. Se iban a Cádiz a la almadraba, venían, cogían el esparto, el cogollo y la gente joven se iba a Alemania y venían con sus casas y algunos le han sacado rendimiento porque traían su dinero, se compraban el solar y luego algunos han hecho un hotel o un bar.
FINA: Traían de la almadraba unos pescados muy ricos, secos, que le daban a mi madre porque mi madre les daba harina. Ellos no tenían harina, tenían pescado y a cambio le daban el mejor pescado que pillaban, hasta meros comía mi madre a cambio de la harina.

¿Además de la jábega había otro tipo de pesca?
MANUEL: Había tres o cuatro barcos que se dedicaban a la pesca en grande, los varaban en la calilla y había que sacarlos con torno, ya cuando hicieron el puerto eso era una gloria. Estaba José el del estanco, Sebastián, los dos hermanos, los Núñez y otros más pequeños.

Foto: Adoquines © JMJH

¿Y eso del cogollo?
FINA: El cogollo es lo que sacan de la palma, el tierno, el que hay dentro, una vez seco, se queda blanco y se lo llevaban para hacer sombreros, cestos…. Se cogía verde y arreglado a lo que pesaba pues así te pagaban.
MANUEL: Lo que ahora es el hotel Doña Pakita fue un almacén de cogollo. Yo he trabajado allí con mi padre, bajábamos con el carro todo el cogollo que cogían, se llenaba y luego cuando ya lo vendían venían camiones y se lo llevaban.
Debajo del hotel había una canal de madera que llegaba hasta 2 metros en el agua y la gente echaba las arrobas del cogollo hasta un barco pequeño y allí lo llevaban a otro barco que estaba en medio.
Arrancar el cogollo no era fácil, pero tenía un truco: el palmito tiene cinco cogollos, no puedes echarle mano a uno y sacarlo, porque está muy duro, tienes que coger el del centro, que es el que más tierna tiene la ternilla, tiras y lo sacas y luego sacas los otros cuatro.

¿Trabajó en los adoquines?
MANUEL: Muy poco. Cargando barcos. Nos pegábamos al costado del barco grande que siempre era la Matilde, que iba a Calagrande o al Tomate. Dejaban caer los adoquines de la cantera a la playa rodando y se echaban a la lancha, se ponían cuatro o cinco hombres allí y venga y venga y venga, del suelo a la lancha. La lancha se desplazaba a donde estaba el barco atada a una cuerda del barco grande a tierra y los tres o cuatro que íbamos en él empezábamos a tirar, a tirar, a tirar… Cuando descargabas ese, pues entonces para tierra y entraba otro.

Foto: Cantera de adoquines de Cala Grande © JMJH

O al extranjero o a la Guardia Civil

¿Y luego se fue a la Guardia Civil?

MANUEL: Después de la mili vine aquí otra vez. Me tenía que ir al extranjero, a Alemania o a Suiza, donde había un buen camino. Yo tenía una hermana gemela casada con un guardia que había venido aquí destinado y decidí irme a la Guardia Civil.
Fui destinado a San Fernando, pero en 1966 volví a San José. Estábamos siete guardias y un sargento en el cuartel de los carabineros que estaba en el castillo. Luego el gobierno libró un presupuesto para hacer un cuartel nuevo y muchos contratistas se ofrecieron a dar terrenos en otros sitios a cambio de aquello, pero la Dirección no quiso cambiarlo. Mientras se hacían las obras del nuevo cuartel en el castillo estábamos en una casilla que había a lado del bar Mónsul, que ahora está echada abajo, y allí al lado había uno que le llamaban el Tío Manolo, que tenía un bigote… y era un guarda de Don José que andaba por la Veleta y por los cortijos y vendía vino.
Hasta el Nazareno íbamos andando. Pasábamos toda la noche en las playas, en chozas, hasta que en 1968 pusieron los turnos de ocho horas y entonces entrábamos a las 10 y salíamos a las 6. Aquello fue un abismo, era una gloria.
Entonces no dejaron tener motos, al principio toleraban que fuéramos al servicio con nuestra moto, pero luego lo autorizaron y nos pagaban la gasolina. Yo tenía una Vespa que me compré en 1966 y era el vehículo que había en el cuartel; luego todos teníamos nuestra moto porque Modesto García Ortega hizo una oferta con la Vespa, te cobraba 2.000 pesetas menos.

En junio se trajeron el cuartel de Mónsul a San José, pero quedaron algunos puestos que no los unieron, como el de Loma Pelada que no tenía acceso por carretera; los guardias vivían allí y tenían que llevarles la comida con bestias, pero en diciembre de ese año lo unieron a Los Escullos; el de Las Negras se lo llevaron a Rodalquilar y el de San Francisco fue a Cabo de Gata. Entonces el teniente, que estaba en Cabo de Gata, tenía una “Sanglas” y el brigada que estaba en los Escullos tenía un caballo.
Hubo en Almería un teniente coronel, Juan Atarés Peña, que era muy cuco, se presentaba en los puestos a ver si nos dormíamos. Pero se preocupaba por el bienestar de los guardias, iba a Loma Pelada a caballo, veía a la gente y preguntaba quién tenía hijos para trasladarlo a Almería para que los niños fueran a la escuela.
Los Land Rover vinieron en el año 1978, cuando estaba de ministro Martín Villa. Fue un hombre que yo lo admiro mucho porque nos subió la paga a 12.500 pesetas, nos dio coches y nos puso la seguridad social. Antes había que ir de médicos al pabellón militar del hospital de Almería y cuando era una cosa grave te trasladaban al hospital militar de Granada.

Foto: Cuartel de la Guardia Civil de San José © JMJH

Foto: Molino de Los Genoveses © JMJH

¿A qué se dedicaban aquí los guardias civiles?
MANUEL: A controlar las playas y rural. Era muy raro que se persiguiera un delito aquí. En trece años que estuve yo aquí, no me acuerdo que se hubiera detenido a nadie. Había cuatro tonterías con los pesqueros, que si no ibas enrolado…
Los pescadores se peleaban por envidias y lo arreglaba yo. Al año de irme a Almería cogieron aquí el primer alijo de drogas.
Por las tardes me iba al Costa Rica a jugar al dominó y de camino echar un vistazo a quien entraba y salía del pueblo.
FINA: Y al almacenillo.
MANUEL: Donde está ahora Casa Pepe, era un bar de Pepe el albañil
FINA: Le dicen el almacenillo porque allí, antes de ser un bar, repartían las cosas de comida antiguas, las raciones.

¿Y accidentes en el mar?
MANUEL: Pescadores que se iban a pescar con el tiempecillo malo y les pillaba el temporal y se perdían.
FINA: De aquí se han ahogado dos: el hermano de Sebastián, que era cojillo, y el padre de Manolo, quedó en el mar, no apareció ni muerto y Antonio el cojillo tampoco apareció.

Foto: El aljibe de San José © JMJH

Desde el cuartel hasta La Pava

Entonces San José era mucho más pequeño que ahora. MANUEL: San José era desde el cuartel hasta la Pava. La rambla dividía el Sotillo, que era un cortijo, y de la rambla para este lado era del Chavo. Todo eso era de los Montoya, menos el Palmar y Las Parras. El Palmar era de un señor que era don Rafael Nieto, el médico; luego se lo compró don José.

¿Qué es La Pava? MANUEL: La cuesta de La Pava llegaba hasta donde estaba la casa del Conejo. Ahí se acababa San José. Para ser más exacto, el pueblo llegaba hasta donde está el punto kilométrico allí en la entrada. A partir de allí todo era campo cultivado. Las casas que hay detrás de la Pava las hizo Toni Da Costa, un portugués. Compró un pollinillo a mi padre y lo enseñó y se iba detrás de él y se recorría todo el pueblo con el pollino detrás y por eso le pusieron “el tío del burro”.

Foto: Manuel Nieto y Fina Hernández © JMJH

¿Y el barrio Las Latas?
MANUEL: Y el barrio Las Latas, es del estanco para acá. Ahí vivía una gente muy buena, muy humilde, primas, hermanas… pero que eran muy escandalosas y Paco Torres le puso el barrio Las Latas.

¿Quién era ese Paco Torres?
MANUEL: Era más inteligente que todos los que había. El responsable del pueblo durante la República y cuando se terminó la guerra era barbero, su padre, Rafael, hacía alpargates y él se enseñó a barbero, era el cartero y hacía de practicante y de médico.
FINA: Me ha puesto pocas inyecciones… Si iba al cuartel dos veces todos los días.
MANUEL: En la República a mi abuelo le pidieron trigo, tenía 82 años, y dijo que no le daba trigo porque lo quería para sembrar y entonces lo cogieron y lo trajeron preso, lo encerraron en la iglesia y cuando le dieron el parte al jefe, que era Paco Torres, les dijo: “pero hombre que le habéis hecho, este hombre, ni pensarlo”. Cogió su burra y lo llevó al Romeral con mi madre, mi padre estaba en la guerra. Le salvó la vida y como ese a muchos.
El Paco Torres éste estuvo de encargado con don José González Montoya. Siendo un franquista consumado don José. Decía que no le importaba el color, que siendo buena gente y que fueran honrados.

Foto: Cortijo de Los Genoveses © JMJH

¿Qué escuelas había aquí? ¿Una de niños y otra de niños?
FINA. Una para todos, que estaban en donde vive Nieves, enfrente del bar Pepe. Había una maestra.
MANUEL: Había un aljibe, que está aún, y los niños correteábamos por ahí tirándonos piedras.
FINA Yo fui poco. Íbamos cuando se podía. Antes había que hacer las cosas que ir al colegio.
MANUEL: A Bernardo Hernández, el de los autocares de Almería, lo hicieron alcalde y entonces hizo unas escuelas. Él metió las piedras con las que se hacía la escuela con un camión de su tío y la mano de obra la gente del pueblo.

¿Cómo ven ahora el cambio que ha dado el pueblo?
MANUEL: El cambio ha sido el 500 por cien…
FINA: Depende como lo mires. Casi no me gusta. Hay mucha gente.
MANUEL: Que digas que no me gusta. Entonces ¿volvemos a lo de atrás?
FINA: Tanta gente no me gusta.
MANUEL: Sí, hay mucha gente, pero el turismo es eso. Hay demasiada gente y suciedad, pero la gente se va y todos tenemos derecho.

Entrevista realizada por Juan Manuel Jerez
Secretario de la Asociación Amigos del Parque

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